martes, 29 de noviembre de 2011

"EL OPTIMISMO SE APRENDE"

¿El optimismo se aprende o es genética?
Se nace, se hace y se aprende. Se calcula que en torno al 30% del optimismo tiene una carga genética. Se hace porque depende de cómo desarrollamos nuestra personalidad durante la infancia y se aprende, aunque no es fácil ni se consigue leyendo un libro.

Por favor, dénos recetas.
Alimentar estados emocionales gratificantes en el día a día, fomentar estilos positivos de pensar y enjuiciar las cosas que nos afectan. Se puede moldear la forma de pensar si fomentamos situaciones bajo nuestro control que nos producen satisfacción y eliminamos o reducimos lo que nos entristece. Dar y recibir afecto son actividades que estimulan estados de ánimo positivos. Hablar, porque nos permite desahogarnos y liberarnos de lo que nos preocupa. Verbalizar nuestros pensamientos en un ambiente acogedor es gratificante. Además, conviene plantearse la vida en compartimentos, diversificar riesgos y no mezclarlo todo (pareja, amigos, trabajo, aficiones...). La idea es diversificar las fuentes de dicha.

¿Es posible, entonces, una pedagogía del optimismo?
Absolutamente, está demostrado que los niños criados por adultos alegres, que crecen en un ambiente con cariño y con estímulo tienen más posibilidades de desarrollar pensamientos positivos cuando crecen. En todo lo que se refiere al aprendizaje, es mucho más fácil aumentar el optimismo que disminuir el pesimismo, que tiene más carga genética. Las técnicas y estrategias que promueven el optimismo son más eficaces.

¿Y cuando la realidad da la razón al pesimista? ¿Los optimistas no se llevan más chascos en la vida?
Está demostrado que los optimistas cuando se llevan un chasco lo llevan mejor porque tienen más recursos y tesón para probar de nuevo. Un temperamento positivo no tira la toalla fácilmente. Los individuos con disposición positiva o abierta llevan vidas más agradables y se adaptan mejor a las circunstancias. Los pesimistas no se sienten merecedores de las cosas positivas, no valoran tanto sus propias capacidades. Cuanto más pesimista es una persona más trata de esquivar las relaciones íntimas.

Y con tanto optimismo, ¿no se corre el peligro de vivir en una especie de falso estado de euforia y perder la perspectiva de la realidad?
El optimismo es compatible con la capacidad de valorar las ventajas e inconvenientes de las decisiones que se tomen o de valorar lo que ocurre con sensatez. Nos ayuda a emplear nuestras habilidades y a luchar sin desmoralizarnos contra las dificultades. Claro que tampoco nos podemos convertir en esclavos del optimismo y plantearnos aspiraciones irrealizables. El optimismo es complejo, se tiene que relativizar.

Se dice que la depresión es la epidemia de la sociedad actual.
No creo que sea así, lo que pasa es que hoy la depresión se considera una enfermedad que se puede curar y se diagnostica y antes no se conocía. Pero es verdad que hay cierta incertidumbre, que tenemos expectativas muy altas y valoramos mucho la vida, por lo que cualquier situación de incertidumbre crea más ansiedad que antiguamente. La comparación es muy útil para analizarlo todo.

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